Historiar: patrimonio, memoria e historia.
PARTE III. MEMORIA Y PATRIMONIO. Capítulo V.
Desafíos en el estudio e investigación del patrimonio, para estudiantes y profesionales en historia.
Editorial Instituto Tecnológico Metropolitano, ITM.
2018
Pág. 323-335.


Si se concibe el Patrimonio como nuestra herencia colectiva, tal como afirma Manuel Gándara, iniciar una reflexión con relación a los desafíos que deben enfrentar los estudiantes y profesionales de Historia que vean en el patrimonio y lo patrimonial, su objeto, sujeto y lugar de estudio histórico, hace necesario aclarar de qué herencia se habla.

J S: ¿Cómo podríamos definir el Patrimonio Cultural?

M.G.: […] es nuestra herencia colectiva, eso que tenemos todos en virtud de ser por un lado humanos, tenemos un patrimonio que es universal, el que heredamos del trayecto entero de la humanidad, tenemos un patrimonio de una escala más reducida […]  que es […] el que heredamos de nuestro país, y así  se va haciendo, hasta que tenemos nuestro patrimonio individual el que heredamos de la familia, hay gente que por una cuestión de clase, pues no tiene mucho de este último patrimonio, no heredo, no va a heredar casas ni bienes, esos que se podrían considerar desheredados de ese patrimonio a un nivel muy chiquitito,  un nivel personal[…]. (Entrevista de Juan Stack a Gándara, colgada en youtube el 22 de mayo de 2013).


El patrimonio como concepto surge en la antigua Roma y proviene del derecho romano, donde fue concebido como lo heredado del padre. Por su génesis, este término siempre ha tenido una estrecha ligazón con la economía y las finanzas; conservándose en la actualidad algunas veces, este matiz en el trabajo patrimonial.

Patrimonio, en el lenguaje usual de los romanos, eran los bienes pertenecientes al padre de familia denominado “res familiaris”, o “familia pecuniaque”. Significaba, por tanto, potestad y derecho sobre las cosas.

Teniendo que el padre de familia un poder sobre todo lo que constituye el grupo familiar, tanto respecto de su mujer (manus) como de sus hijos (Patria Potestas), o de sus esclavos (Potestas dominicalis), en lo que se refiere a los bienes, dicho poder jurídico está representado por el Patrimonium.

En la época de Cicerón el término se ha cambiado en su contenido para significar los bienes que poseen los padres y Horacio lo usa para designar la riqueza y el haber del tesoro público. Ernout & Meillet (citados en, Hanisch, 1977, p.1).

Desde la antigüedad hasta hoy, las acepciones sobre patrimonio fueron cambiando, y es así, como a finales del siglo XIX los ecologistas en California (EEUU) y Riotinto (Huelva- Andalucía en España), pusieron sobre la mesa el tema de la conservación, proponiendo el término de patrimonio natural,  con esta discusión abrieron el camino para la difusión de lo patrimonial en el mundo moderno. Unido a esto, en el mismo siglo, la burguesía francesa hizo uso del patrimonio para consolidar su proyecto de estado nacional. Es decir, la concepción del término se ha transformado en cada país y jurisdicción, de acuerdo al momento histórico particular y a los diferentes intereses y sectores de clase que han convergido, en la instrumentalización del concepto.

Sin embargo, en términos contemporáneos, es solo a mediados del siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial, con la fundación de la United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization (UNESCO) en 1945, que se sistematiza en casi todo el mundo, la noción de patrimonio, particularmente a partir de la Convención para la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural de 1972, donde se definió el patrimonio cultural  y natural como.

1. DEFINICIONES DEL PATRIMONIO CULTURAL Y NATURAL
Artículo primero

A los efectos de la presente Convención se considerará “patrimonio cultural”:

Los monumentos: obras arquitectónicas, de escultura o de pintura monumentales, elementos o estructuras de carácter arqueológico, inscripciones, cavernas y grupos de elementos, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia,

Los conjuntos: grupos de construcciones, aisladas o reunidas, cuya arquitectura, unidad e integración en el paisaje les dé un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia,

Los lugares: obras del hombre u obras conjuntas del hombre y la naturaleza así como las zonas incluidos los lugares arqueológicos que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista histórico, estético, etnológico o antropológico.

Artículo 2

A los efectos de la presente Convención se consideran “patrimonio natural”:

Los monumentos naturales constituidos por formaciones físicas y biológicas o por grupos de esas formaciones que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista estético o científico, Las formaciones geológicas y fisiográficas y las zonas estrictamente delimitadas que constituyan el habitat de especies animal y vegetal amenazadas, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista estético o científico,

Los lugares naturales o las zonas naturales estrictamente delimitadas, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la ciencia, de la conservación o de la belleza natural. (United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization (UNESCO), 1972, p. 2).

Posteriormente, la anterior definición y la tipología patrimonial[1] se amplió con su Convención para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial de 2003, aclarando que el patrimonio cultural inmaterial se entiende como.


Artículo 2: Definiciones

A los efectos de la presente Convención,

1. Se entiende por “patrimonio cultural inmaterial” los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas -junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana. A los efectos de la presente Convención, se tendrá en cuenta únicamente el patrimonio cultural inmaterial que sea compatible con los instrumentos internacionales de derechos humanos existentes y con los imperativos de respeto mutuo entre comunidades, grupos e individuos y de desarrollo sostenible. (United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization (UNESCO), 2003, p. 3).
Estas definiciones se fueron consolidando hasta hoy, como la orientación mundial en materia patrimonial para diversas instituciones privadas y públicas, debido al carácter representativo y al reconocimiento político que la UNESCO tiene, en las llamadas “democracias occidentales”.

De este imaginario de representatividad, se desprende el primer reto, consistente es no ceder ante una única visión, acepción y/o definición de patrimonio, bajo el precepto de que lo patrimonial es un campo neutral, por el hecho de ser orientado por la UNESCO, al contrario, este es un terreno altamente politizado e ideologizado, en donde existen tensiones de poder, además de poseer una fuerte carga de símbolos y significados, que pueden ser usados de diversas maneras, dependiendo de los intereses a los que responda.

A partir de lo anterior surge el segundo reto, que implica no caer en el juego del folclor, el folclorismo, el tradicionalismo y el patrimonialismo.

Una de las características que tradicionalmente se han otorgado al producto folklórico para poder ser considerado "genuino" es la de su antigüedad. Precisamente, una de las tendencias más típicas del folklore es la de conferir un cierto estaticismo a su objeto de estudio, evitando de esta manera reconocer las posibilidades de cambio que, evidentemente, posee como hecho cultural. Con esto, el producto folklórico recibe claramente un innegable carácter ahistórico. Aunque la moderna ciencia del folklore no comulgue ya forzosamente con estas ideas, la visión tradicional considera que todo producto folklórico que se precie debe implicar per definitionem una rancia antigüedad, y con ello se mide al mismo tiempo la "genuinidad" de una manifestación tradicional dada. De ahí el querer encontrar orígenes remotos a toda manifestación cultural importante para el actual folklorismo. (Martí, 1999, p. 84).

Este discurso como lo expone Martín-Barbero (1987), se puede explicar a partir de la  inclusión formal y exclusión real, de la que ha sido sujeto la mayor parte de la población en el relato nacional de las élites, en otras palabras, se ha hablado desde lo oficial a lo largo de la historia de Colombia, de una nación que incluye lo tradicional y popular por ser “auténtico”, “genuino”, “típico”, “autóctono”, “verdadero”, “vernáculo”, legitimando con este artificio, lo patrimonial en su historia institucional, pero una vez los sectores dominantes hacen uso de las expresiones patrimoniales para distintos fines (presentaciones, representaciones, espectáculos, industrias culturales entre otros), estás y las personas que las encarnan ya no son “útiles” y por tanto, son excluidas de múltiples espacios y derechos.  Desde dicho imaginario se pretende que lo indígena, lo negro, lo mestizo, lo campesino, lo del barrio, lo popular, etc., carezca de conflictos, es decir,  que no tenga una historia y que esté libre de resistencias, tensiones, contradicciones, facilitando el lucro privado o estatal del patrimonio sin “mayores problemas”. Esta manera de abordar el debate por parte de statu quo, incluye diversas expresiones del patrimonio material como del inmaterial.

Otra arista en este segundo reto, es que a partir del planteamiento conservador centrado en el folclor, el folclorismo, el tradicionalismo y el patrimonialismo, se trasladan de manera irreflexiva, acepciones usadas para el patrimonio material al inmaterial con sus expresiones materiales, específicamente los criterios de conservación y rescate o recuperación, que perfectamente son aplicables a la conservación de un edificio, al rescate[2] de un hallazgo arqueológico o a la recuperación de un monolito hundido en el mar, etc., pero son confusos y ambiguos a la hora de trasladarlos a las danzas, músicas, costumbres y tradiciones, ya que estás no pueden ser conservadas de manera estática y anquilosada en el tiempo, dentro de un recipiente o vitrina, ya que son absolutamente dinámicas y cambiantes en términos históricos, en este caso es más acertado hablar de la transmisión a la siguiente generación, con el fin de entender la posibilidad de que las nuevas generaciones puedan hacer y hagan cambios y aportes, a las expresiones inmateriales del patrimonio.

El tercer reto es comprender y analizar detenidamente, el concepto de valoración del patrimonio, pues este criterio usado para “medir” la importancia de lo patrimonial en diferentes sectores sociales, comunidades y/o sociedades, une el patrimonio al término de bien y/o activo, empleando en la sustentación, conceptos que han sido construidos históricamente, en el ámbito empresarial e industrial, por disciplinas como la economía, el derecho, las finanzas públicas, la contabilidad y la administración, corriendo el riesgo de ser confusos a la hora de ser usados para abordar la discusión. Este tipo de ambivalencias se expresan en la legislación colombiana implementada por el Ministerio de Cultura, que desde una visión relativista del patrimonio y amparada en el valor patrimonial, posibilita que la propiedad sobre estos bienes este en manos privadas.

c) Propiedad del Patrimonio Cultural de la Nación. Los bienes del patrimonio cultural de la Nación, así como los bienes de interés cultural pueden pertenecer, según el caso, a la Nación, a entidades públicas de cualquier orden o a personas naturales o jurídicas de derecho privado. (Ministerio de Cultura, 1997 y 2008, Artículo 4°. Ley General de Cultura, 397 de 1997, modificada por la 1185 de 2008).

Este relativismo abre el camino, al saqueo, la explotación comercial, usufructo, desaparición, apropiación y disfrute del patrimonio por parte de intereses particulares (contratistas, empresas privadas nacionales o multinacionales), poniendo en peligro la conservación de este, para el beneficio de las futuras generaciones de colombian@s, en función de su construcción histórica e identitaria. Por ejemplo, puede verse lo que está ocurriendo en la actualidad, con la reciente legislación aprobada por el Congreso Nacional sobre patrimonio sumergido[3].

ARTÍCULO 17. Iniciativa Privada. El Ministerio de Cultura, cuando lo considere conveniente, podrá contratar, de conformidad con la Ley 1508 de 2012, las actividades previstas en el artículo 4° de la presente ley. En este caso, el particular deberá manifestar su interés presentando la investigación histórica respectiva, la factibilidad técnica y financiera, y la evaluación de su impacto ambiental, debiéndose acreditar en todo caso que se cuenta con experiencia suficiente en las actividades relacionadas con el patrimonio cultural sumergido. Adicionalmente, en la manifestación de interés solicitará al Ministerio de Cultura la apertura del respectivo proceso de contratación en el cual tendrá derecho a participar.

Para efectos de la celebración de contratos, el Gobierno delimitará las áreas sobre las que pueden realizarse procesos de contratación. Todos los datos sobre coordenadas y, en general, sobre la ubicación material de los elementos del patrimonio cultural sumergido tendrán carácter reservado. Esta disposición es extensiva a la información que sobre la materia reposa actualmente en las entidades competentes. (Congreso de Colombia, Ley 1675 del 30 de julio de 2013, “Por medio de la cual se reglamentan los artículos 63, 70 y 72 de la Constitución Política de Colombia en lo relativo al Patrimonio Cultural Sumergido”, pp. 6 y 7).


Precisamente el cuarto reto es, enfrentar y aclarar estas ambigüedades,  ya que la valoración del patrimonio y sus diferentes dimensiones, son un tema central para el desarrollo del oficio profesional de las y los historiadores, pues son el puente entre lo disciplinar y esta área de conocimiento, por tanto el asunto debe abordarse con cuidado. En este marco, son de suma importancia los aportes hechos por Manuel Gándara, quien plantea.

Hemos propuesto que las cinco dimensiones de valor patrimonial (estética, histórica, simbólica, científica y económica), dependen del mismo soporte material que las constituye: que algo se aprecie como bello depende no solamente de los cánones de belleza de los que lo ven hoy: ellos ven algo y ese algo tiene un soporte material que es previo a estos observadores y que se construyó sin su participación. Habrá casos en las dimensiones estética, simbólica e incluso la histórica, en que los sujetos decidan o no realizar las acciones que permitan la expresión plena del potencial patrimonial –como por desgracia sucede- pero eso no hace que las características del patrimonio sean “relativas” a esos sujetos actuales o dependan de ellos. Me parece que esta solución permite resolver la tensión entre la necesidad de un concepto de valor “objetivo”, realista, y el hecho de que valuar requiere de un valuador. Se evita caer en el relativismo, se reconoce la necesidad de que los sujetos entiendan el potencial valorativo para hacer que éste se realice y se abre la puerta para explorar, en detalle, en qué consistirían las acciones y quiénes pueden ser los agentes que mejor contribuyan, en cada caso, a generar las condiciones en las que el potencial de valor patrimonial se realice y pueda ser socializado. (Gándara, s/f, b, pp. 13 y 14).

Por tal razón, cuando Gándara habla de valor patrimonial, lo hace desde dos planteamientos, el primero es la socialización del  valor patrimonial o la apropiación social de los valores patrimoniales,[4] que hace parte de la divulgación significativa, es decir, la importancia por parte de los y las investigadoras de poner en términos sencillos el lenguaje técnico o académico, para que sea posible que cualquier persona independientemente de su nivel de formación, pueda acceder al conocimiento patrimonial y por lo tanto, potencialmente apropiarse de él, valorarlo y cuidarlo como suyo, en otras palabras, por medio del aprendizaje significativo, enseñarle al grueso de la población que sepa lo que tiene y que lo cuide, porque es suyo, es su herencia colectiva.

La divulgación significativa, en tanto educación patrimonial, se preocupa por la inminente y constante destrucción del patrimonio arqueológico y es menos “simétrica” y “horizontal” que otras formas de comunicación, por una razón simple: estamos convencidos de que la gente no conserva su patrimonio no porque sea necesariamente mala, irresponsable o de alguna manera inherentemente deficiente: no lo conservan, e incluso destruyen, porque no conocen o no entienden los valores patrimoniales. (Gándara, s/f, a, p. 31)

El segundo planteamiento es la puesta de valor social, elemento que adoptó del ecuatoriano Lenin Ortiz en 2008.

Lenin no estaba de acuerdo, así que desde tiempo atrás utilizó una formulación alternativa: la “puesta en valor social”, precisamente para diferenciar su propuesta de la de ICOMOS, de una puesta en valor comercial o económico: se trata de generar un beneficio social amplio, prioritariamente para las comunidades inmediatas y no sólo para los comerciantes o la industria turística. Este es uno de los antecedentes de la propuesta que presentaremos adelante. (Gándara, s/f, b, p. 6).-

Lo anterior se relaciona directamente con el quinto reto, que se enmarca en las dualidades con relación a la valoración y apropiación del patrimonio cultural, a las que se ven permanentemente enfrentadas las comunidades más pobres en la sociedad, sobre esto García Canclini expresa que.

Quizá los efectos de la mercantilización son más ambivalentes en las culturas populares tradicionales. Tal vez por ello muchos estudios y documentos políticas eluden analizar esa ambigüedad. Se prefiere denunciar, simplemente, que las artesanías sometidas al régimen de valor de cambio sufren un deterioro de su calidad y sus componentes simbólicos tradicionales. Pero es innegable que en ciertos pueblos pobres, para cuyos habitantes la única opción es emigrar, la incorporación de las artesanías al mercado urbano y turístico posibilita que muchos indígenas y campesinos permanezcan en sus comunidades y reactiven sus tradiciones productivas y culturales. El problema no es tanto el cambio de escenario y de uso de las cerámicas o los tejidos, ni las adaptaciones que experimentan, como las condiciones de explotación en que se producen. De ahí que sea ineficaz una política de apoyo al patrimonio artesanal que sólo se dedique al rescate y la conservación de las técnicas y los estilos tradicionales. Así como la defensa del patrimonio urbano requiere enfrentar la crisis estructural de las grandes ciudades y la injusticia sufrida por los sectores pobres, una verdadera intervención en el desarrollo actual de las artesanías necesita de una política cultural combinada con transformaciones socioeconómicas en las condiciones de vida de los campesinos. (García,  1999, p. 20)


Por tal razón, este último reto, implica alejarse de los purismos en los estudios sobre patrimonio desde la Historia, y comprender, que en el marco de una economía de mercado y en medio de la globalización que se encuentra el mundo hoy, es necesaria la subsistencia de las comunidades, haciendo del oficio de los y las historiadoras algo de suma importancia, ya que pueden aportar en un momento dado, herramientas teóricas y conceptuales a estas colectividades, para que por medio de la divulgación significativa se apropien de su patrimonio, con el fin de que puedan ponerlo en función de sus intereses y que todos los beneficios, no sean de exclusividad el sector privado, como ocurre generalmente hoy. Además en la medida en que se amplía y fortalece la divulgación del patrimonio, cada vez son más los sectores que pueden apropiarse socialmente de él, aumentando la cantidad de aliados que de manera consciente cuidan, conservan y transmiten su patrimonio a las siguientes generaciones en Colombia y el mundo.

Para concluir, el patrimonio puede ser uno de tantos lugares desde donde se construya historia, se caracteriza por ser, útil, dinámico y novedoso en los procesos de producción de conocimiento, debido a que su soporte material e insumos, son los lugares, cosas, archivos, paisajes, recursos y expresiones patrimoniales, que hacen parte de la herencia colectiva de los y las ciudadanas, con los que pueden interactuar distintos sectores de la población, convirtiéndolo en un instrumento de gran potencial, para el acercamiento y resignificación de lo histórico por parte de las comunidades, producto de sus posibilidades didácticas e investigativas, ofreciendo a estudiantes y profesionales de Historia, un vasto y rico campo de documentación, pesquisa, enseñanza, interrogante y respuesta a preguntas claves sobre el pasado, desde un área de conocimiento central en la posibilidad de construir una sociedad más equitativa para todas y todos en el presente y en el futuro.



REFERENCIAS

Libros

Martín-Barbero, J. (1987). De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía. Barcelona: Ediciones G. Gili.

Artículos

Gándara, M. (s/f, a). De la interpretación temática a la divulgación significativa del patrimonio arqueológico. México: Inédito.


Gándara, M. (s/f, b). La divulgación de la arqueología:
una aproximación desde el marxismo al problema de la “puesta en valor”
. México: Inédito.

García, N. (1999). Los usos sociales del Patrimonio Cultural. En: Patrimonio Etnológico. Nuevas perspectivas de estudio. Andalucía: Consejería de Cultura, Junta de Andalucía. Pp. 16-33.

Hanisch, H. (1977). El patrimonio en derecho romano. En: Revista chilena de derecho.  Vol. 4, Nº 1-6. Pp. 11-92. Obtenido el 6 de julio de 2014 de: http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2649268

Martí, J. (1999). La tradición evocada: Folklor y Folklorismo. En: Tradición Oral. España: Universidad de Cantabria.



Documentos y Leyes

Congreso de Colombia. (2013). Ley 1675 del 30 de julio de 2013, “Por medio de la cual se reglamentan los artículos 63, 70 y 72 de la Constitución Política de Colombia en lo relativo al Patrimonio Cultural Sumergido”. Obtenida el 7 de julio de 2014 de: http://wsp.presidencia.gov.co/Normativa/Leyes/Documents/2013/LEY%201675%20DEL%2030%20DE%20JULIO%20DE%202013.pdf

Ministerio de Cultura. (1997 y 2008). Ley General de Cultura, 397 de 1997, modificada por la 1185 de 2008. Obtenida el 5 de julio de 2014 de: http://www.mincultura.gov.co/index.php?idcategoria=6546#

Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia (UNESCO). (1972). Convención para la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural, aprobada en París, el 16 de noviembre de 1972. Obtenida el 13 de julio de 2014 de: http://unesdoc.unesco.org/images/0011/001140/114044s.pdf#page=139

---------------------------------------------------------------------------------------------. (2003). Convención para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial, aprobada en
Paris, el 17 de octubre de 2003. Obtenida el 16 de julio de 2014 de:
http://unesdoc.unesco.org/images/0013/001325/132540s.pdf

Entrevistas

 

Stack, J. (2013).  Entrevista de Juan Stack al Dr. Manuel Gándara Vázquez. Programa Jueves de Charla en Radio INAH, La participación de la ciudadanía en la protección del Patrimonio Arqueológico. Radio INAH colgada en youtube el 22 de mayo de 2013. México: Radio INAH, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) & Instituto de Antropología e Historia. Obtenida el 4 de julio de 2014 de: http://www.youtube.com/watch?v=Y_NWzi5wnkU




Páginas web

Instituto de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES). (http://www.iphes.cat/es/node/67)




[1] Cabe aclarar como lo hace Manuel Gándara que, hoy día hay una tendencia a hablar del patrimonio a secas, porque estaría difícil que hubiera algo así una parte de la naturaleza que no hubiera sido afectada por el hombre,  inclusive aquellos lugares que eran inaccesibles, y tal vez quedará alguno todavía por ahí en donde el hombre no hay puesto el pie, pues no ha puesto el pie pero ha puesto el efecto en la capa del ozono por ejemplo, entonces realmente no habría tal cosa como una parte que no haya sido afectada por la cultura, la tendencia es hablar de patrimonio a secas. Sin embargo para propósitos por ejemplo de divulgación, yo creo que la distinción entre cultural y natural sigue rigiendo. (Entrevista de Juan Stack al Dr. Manuel Gándara Vázquez. Programa jueves de Charla en Radio INAH, La participación de la ciudadanía en la protección del Patrimonio Arqueológico. Colgada en youtube el 22 de mayo de 2013).

[2] El criterio de “rescate”, “recuperación” y/o revivir (revival) de las tradiciones, es un argumento altamente politizado e ideologizado, al que generalmente recurren, los folcloristas y tradicionalistas, que pretenden ejercer su poder y fungir como las “auténticas autoridades” de la cultura y el patrimonio, emprendiendo una y otra vez cruzadas por el rescate y/o recuperación de esta o aquella tradición, canción, poema, baile, etc. De nuevo en función del proyecto de nación de las élites.
[4] Esta idea explica Gándara, tuvo como punto de apoyo los planteamientos del español Eudald Carbonell, que trabaja en el Instituto de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), esta institución define la socialización del conocimiento como, el tercer gran eje de actividad del IPHES. Entendemos por socialización aquel proceso mediante el cual un individuo aprende, incorpora y hace suyos los elementos de la cultura de su entorno social.
La socialización del conocimiento científico no es una simple divulgación de los resultados, sino que trata de establecer las estrategias necesarias para que los resultados y las metodologías utilizadas en ciencia sean asumidas por la ciudadanía. Con esto se podrán interpretar mejor los conceptos, los esfuerzos, los éxitos y también los fracasos que produce la investigación científica.
La socialización del conocimiento resulta cada vez más necesaria para vivir en equilibrio con nuestro entorno social y sólo será adecuada con un planteamiento transdiciplinar. Una persona que crea en la influencia mágica de los planetas no tendrá cultura científica, por mucho que sea capaz de describir el modelo heliocéntrico del sistema solar. En este sentido sus razonamientos y toma de decisiones tal vez tengan una parte importante de irracionalidad.
De la misma manera, las ideas sobre la evolución humana se incorporarán a los valores sociales de una persona sólo cuando ésta sea capaz de hacerlas críticamente compatibles con sus propios conocimientos, aficiones o creencias en cualquiera de las facetas de la vida humana.
En este sentido, el IPHES trata de desarrollar mecanismos, oportunidades y plataformas para promover la socialización del conocimiento en general y el de la evolución humana en particular. http://www.iphes.cat/es/node/67 (2013).

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